Marcela Said, la documentalista que desnudó al Opus Dei chileno
Marcela Said, autora del implacable documental "I Love Pinochet", ataca de nuevo. Su última obra "Opus Dei, una cruzada silenciosa" penetra en la intimidad de la secta favorita de las principales fortunas de Chile. Hay escenas escalofriantes, otras que dan rabia. Y el espectador termina pensando que fueron abusos como esos los que dieron pie a las revoluciones.
El documental de Marcela Said tiene varias escenas inolvidables: una de ellas es el relato de una asesora del hogar que trabaja para una familia adicta a Escrivá de Balaguer. La mujer cuenta que siempre quiso estudiar pero el cuidado de los numerosos hijos de su jefa se lo impidió. Finalmente, le permitieron entrar a Fontanar, un instituto del Opus. Allí, explica la mujer, aprendió a hacer cosas ricas y descubrió cuál era su lugar en el mundo: ser una empleada feliz de servir a sus patrones.
Con su cara de niña buena, Marcela Said captura también a Ronald Bown, presidente de los exportadores chilenos. Ante la cámara el empresario juega golf y refleciona sobre la desigualdad y el orden social mientras un caddie corre tras suyo; luego Said husmea en la biblioteca de la Universidad de los Andes, sin encontrar ni un solo libro de Sartre, pero sí todos los textos de Pinochet. Luego el cura Ibáñez Langlois justifica ese curioso criterio bibliográfico con el argumento de evitar que los alumnos sufran lo que él sufrió al leer autores inconvenientes.
Ni Langlois ni la patrona ni Bown se ponen rojos con la forma abusiva en que actúan. Por ello, en muchos aspectos, la película de Said es un retrato del descaro con que se mueven los miembros de la Orden en nivel de la vida cotidiana. Expuesta al público, la filosofía Opus muestra lo lejos que está de los valores que permiten una sociedad democrática. En ella, por ejemplo, la educación no es un mecanismo para cambiar de estatus, sino una suerte de adoctrinamiento que permite aceptar con dicha el lugar que le tocó a cada uno. Se trata de una filosofía peligrosa para una congregación que maneja varios colegios para niños pobres.
¿Por qué te interesó el Opus?
- Cuando terminé "I Love Pinochet" vi un librito de Le Monde Diplomatique que hablaba del Opus Dei en Chile. Y aunque había artículos interesantes, me pareció que faltaban datos básicos sobre esta organización. Mi curiosidad fue aumentando a medida que mis amigos me decían que hacer un documental con ellos era imposible. Además, existía la posibilidad de que Joaquín Lavín, miembro de la Obra, fuera presidente y me pareció imprescindible contarle a la gente lo que era ese mundo. Y empecé a insistir hasta que ellos me abrieron las puertas. Me ayudó el hecho de que llegué en un momento clave: cuando se canonizó al fundador del Opus, José María Escrivá. Eso los obligó a abrirse. Pero tengo que reconocer que tuvieron coraje porque habían visto "I Love Pinochet" y sabían a quien tenían en frente.
¿Qué rol le dan ellos a la mujer?
- Para ellos es completamente normal que la mujer se quede en la casa a cargo de los hijos y que se encargue de limpiar y ordenar. Muchas veces les pregunté por qué esa era una tarea de mujeres y la respuesta era que la mujer tiene el toque femenino, que sabe de colores, que tiene mejor gusto... todos los lugares comunes del machismo. Y lo cierto es que en las casas donde viven los numerarios, todo el personal de limpieza son mujeres a las que llaman auxiliares.
¿De dónde salen esas mujeres?
- La verdad es que me fue bastante difícil llegar a ellas porque dentro de la Obra las auxiliares se esconden. Un ex numerario me contó que cuando llegaba la auxiliar a servirle la comida, él no podía dirigirle la palabra ni siquiera para decirle gracias. Y eso es porque se entiende que la auxiliar tiene que estar agradecida de servir. En hogares como Alborada, los numerarios no ven a estas mujeres. Ellos las llaman con un timbre, salen de la pieza por un lado y ellas entran por otro. Limpian, ordenan y se van. Son dos mundos que no se ven. Y eso resulta bastante cómodo porque qué cargo de conciencia puedo tener respecto de la servidumbre si no la conozco ni la veo. Estas auxiliares salen del instituto Fontanar, donde enseñan hotelería. Muchas numerarias auxiliares son profesoras ahí y hacen proselitismo con algunas alumnas. El Opus también tiene un hogar que recibe a niñas muy pobres que vienen del sur. Y esas niñitas están estudiando y viviendo y recibiendo el proselitismo del Opus.
¿Cómo justifican ellos las distancias sociales que hay en la Orden?
- Ellos las niegan. Aunque son evidentes, para ellos no existen. Y al final te dicen que si los pobres están con los pobres y los ricos con los ricos es por caridad, para que los pobres no se sientan mal. Eso es parte de la filosofía del Opus: si cada cuál está en su sitio, eso hace que todos se sientan cómodos. Ese es el orden natural para ellos. Y por eso hacen un gran trabajo con los pobres. Y todo está tan planificado que tienen la escuela de Medicina en la Universidad de los Andes, y en la escuela El Almendral de La Pintana la especialidad son los técnicos auxiliares en medicina y la enfermería. Entonces están listos. Las auxiliares para su hospital las van a sacar de El Almendral. Es una sociedad perfecta.
¿Cuál dirías que es la clave del éxito que el Opus ha tenido en Chile?
- Es gente que trabaja mucho. Independientemente de si te gustan sus ideas, los numerarios están trabajando desde las 6 de la mañana hasta las 10 de la noche. Son gente entregada a la causa. Laboran sigilosamente, como hormiguitas, con un ritmo desenfrenado. "Trabajar como tres mil haciendo el ruido de tres", es una frase muy típica de ellos. Yo me encontré con mujeres cansadas que después de haber parido 6, 7 hijos, más encima se exigen trabajar, se exigen ser amables y sonreír, se exigen estar bien vestidas. A las numerarias yo las encontré histéricas y muy cansadas. Necesitan vacaciones, claramente. Pero ellos no toman vacaciones. Con esa persistencia están revolucionando la sociedad chilena. Están formando jóvenes para liderar el país y cuando tengan cargos públicos no van a dejar que pasen ciertas leyes, y cuando estos chicos sean médicos no van a recetar la pastilla del día después. La mayoría de los chilenos no se da cuenta de cómo avanza el Opus porque lo hace sigilosamente.
Pareciera que operan en silencio porque postular públicamente el inmovilismo social sería un escándalo.
- Claro. En el debate pierden porque lo que dicen no es sostenible. Por eso no dan la pelea pública sino que actúan por debajo, haciendo uso de las redes que tienen. Muchos Opus Dei, por ejemplo, no querían que Lavín fuera presidente porque los hacía demasiado visibles. Ellos no quieren un presidente, quieren senadores, gerentes, ministros, personas que operen de otra forma.
¿Dónde dirías que al Opus le va bien?
- El Opus florece en sociedades sin debate, sociedades que han sufrido dictaduras y que se han acostumbrado a no discutir. En Francia, por ejemplo, nunca van a entrar. Allá un discurso mesiánico como el del Opus pierde de inmediato. Chile, en cambio, es una sociedad que está acostumbrada al secreto, donde nadie dice lo que piensa en voz alta. Aquí pueden circular ideas que en otras sociedades serían desechadas rápidamente. Por ejemplo, el rol que le dan a la mujer o la fuerte homofobia que muestran en sus libros. En Chile nadie los cuestiona.
Por Juan Andrés Guzmán
El documental de Marcela Said tiene varias escenas inolvidables: una de ellas es el relato de una asesora del hogar que trabaja para una familia adicta a Escrivá de Balaguer. La mujer cuenta que siempre quiso estudiar pero el cuidado de los numerosos hijos de su jefa se lo impidió. Finalmente, le permitieron entrar a Fontanar, un instituto del Opus. Allí, explica la mujer, aprendió a hacer cosas ricas y descubrió cuál era su lugar en el mundo: ser una empleada feliz de servir a sus patrones.
Con su cara de niña buena, Marcela Said captura también a Ronald Bown, presidente de los exportadores chilenos. Ante la cámara el empresario juega golf y refleciona sobre la desigualdad y el orden social mientras un caddie corre tras suyo; luego Said husmea en la biblioteca de la Universidad de los Andes, sin encontrar ni un solo libro de Sartre, pero sí todos los textos de Pinochet. Luego el cura Ibáñez Langlois justifica ese curioso criterio bibliográfico con el argumento de evitar que los alumnos sufran lo que él sufrió al leer autores inconvenientes.
Ni Langlois ni la patrona ni Bown se ponen rojos con la forma abusiva en que actúan. Por ello, en muchos aspectos, la película de Said es un retrato del descaro con que se mueven los miembros de la Orden en nivel de la vida cotidiana. Expuesta al público, la filosofía Opus muestra lo lejos que está de los valores que permiten una sociedad democrática. En ella, por ejemplo, la educación no es un mecanismo para cambiar de estatus, sino una suerte de adoctrinamiento que permite aceptar con dicha el lugar que le tocó a cada uno. Se trata de una filosofía peligrosa para una congregación que maneja varios colegios para niños pobres.
¿Por qué te interesó el Opus?
- Cuando terminé "I Love Pinochet" vi un librito de Le Monde Diplomatique que hablaba del Opus Dei en Chile. Y aunque había artículos interesantes, me pareció que faltaban datos básicos sobre esta organización. Mi curiosidad fue aumentando a medida que mis amigos me decían que hacer un documental con ellos era imposible. Además, existía la posibilidad de que Joaquín Lavín, miembro de la Obra, fuera presidente y me pareció imprescindible contarle a la gente lo que era ese mundo. Y empecé a insistir hasta que ellos me abrieron las puertas. Me ayudó el hecho de que llegué en un momento clave: cuando se canonizó al fundador del Opus, José María Escrivá. Eso los obligó a abrirse. Pero tengo que reconocer que tuvieron coraje porque habían visto "I Love Pinochet" y sabían a quien tenían en frente.
¿Qué rol le dan ellos a la mujer?
- Para ellos es completamente normal que la mujer se quede en la casa a cargo de los hijos y que se encargue de limpiar y ordenar. Muchas veces les pregunté por qué esa era una tarea de mujeres y la respuesta era que la mujer tiene el toque femenino, que sabe de colores, que tiene mejor gusto... todos los lugares comunes del machismo. Y lo cierto es que en las casas donde viven los numerarios, todo el personal de limpieza son mujeres a las que llaman auxiliares.
¿De dónde salen esas mujeres?
- La verdad es que me fue bastante difícil llegar a ellas porque dentro de la Obra las auxiliares se esconden. Un ex numerario me contó que cuando llegaba la auxiliar a servirle la comida, él no podía dirigirle la palabra ni siquiera para decirle gracias. Y eso es porque se entiende que la auxiliar tiene que estar agradecida de servir. En hogares como Alborada, los numerarios no ven a estas mujeres. Ellos las llaman con un timbre, salen de la pieza por un lado y ellas entran por otro. Limpian, ordenan y se van. Son dos mundos que no se ven. Y eso resulta bastante cómodo porque qué cargo de conciencia puedo tener respecto de la servidumbre si no la conozco ni la veo. Estas auxiliares salen del instituto Fontanar, donde enseñan hotelería. Muchas numerarias auxiliares son profesoras ahí y hacen proselitismo con algunas alumnas. El Opus también tiene un hogar que recibe a niñas muy pobres que vienen del sur. Y esas niñitas están estudiando y viviendo y recibiendo el proselitismo del Opus.
¿Cómo justifican ellos las distancias sociales que hay en la Orden?
- Ellos las niegan. Aunque son evidentes, para ellos no existen. Y al final te dicen que si los pobres están con los pobres y los ricos con los ricos es por caridad, para que los pobres no se sientan mal. Eso es parte de la filosofía del Opus: si cada cuál está en su sitio, eso hace que todos se sientan cómodos. Ese es el orden natural para ellos. Y por eso hacen un gran trabajo con los pobres. Y todo está tan planificado que tienen la escuela de Medicina en la Universidad de los Andes, y en la escuela El Almendral de La Pintana la especialidad son los técnicos auxiliares en medicina y la enfermería. Entonces están listos. Las auxiliares para su hospital las van a sacar de El Almendral. Es una sociedad perfecta.
¿Cuál dirías que es la clave del éxito que el Opus ha tenido en Chile?
- Es gente que trabaja mucho. Independientemente de si te gustan sus ideas, los numerarios están trabajando desde las 6 de la mañana hasta las 10 de la noche. Son gente entregada a la causa. Laboran sigilosamente, como hormiguitas, con un ritmo desenfrenado. "Trabajar como tres mil haciendo el ruido de tres", es una frase muy típica de ellos. Yo me encontré con mujeres cansadas que después de haber parido 6, 7 hijos, más encima se exigen trabajar, se exigen ser amables y sonreír, se exigen estar bien vestidas. A las numerarias yo las encontré histéricas y muy cansadas. Necesitan vacaciones, claramente. Pero ellos no toman vacaciones. Con esa persistencia están revolucionando la sociedad chilena. Están formando jóvenes para liderar el país y cuando tengan cargos públicos no van a dejar que pasen ciertas leyes, y cuando estos chicos sean médicos no van a recetar la pastilla del día después. La mayoría de los chilenos no se da cuenta de cómo avanza el Opus porque lo hace sigilosamente.
Pareciera que operan en silencio porque postular públicamente el inmovilismo social sería un escándalo.
- Claro. En el debate pierden porque lo que dicen no es sostenible. Por eso no dan la pelea pública sino que actúan por debajo, haciendo uso de las redes que tienen. Muchos Opus Dei, por ejemplo, no querían que Lavín fuera presidente porque los hacía demasiado visibles. Ellos no quieren un presidente, quieren senadores, gerentes, ministros, personas que operen de otra forma.
¿Dónde dirías que al Opus le va bien?
- El Opus florece en sociedades sin debate, sociedades que han sufrido dictaduras y que se han acostumbrado a no discutir. En Francia, por ejemplo, nunca van a entrar. Allá un discurso mesiánico como el del Opus pierde de inmediato. Chile, en cambio, es una sociedad que está acostumbrada al secreto, donde nadie dice lo que piensa en voz alta. Aquí pueden circular ideas que en otras sociedades serían desechadas rápidamente. Por ejemplo, el rol que le dan a la mujer o la fuerte homofobia que muestran en sus libros. En Chile nadie los cuestiona.
Por Juan Andrés Guzmán
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