dimanche, avril 27, 2008

"La Habitación Obrera: un problema no exclusivo del siglo XX"

La llegada del siglo XX vio a Chile de la mano con el progreso heredado del centenario de la República, al tiempo que dejó ver las graves consecuencias que puede traer la mala distribución de las riquezas. El “bajo pueblo” se había mantenido, hasta el momento, fuera de un primer plano, no obstante, el proceso de industrialización desarrollado principalmente en las urbes y en las zonas mineras, necesitaba de mano de obra, por lo que el obrero campesino, con su carácter errante, pasó a constituir el proletariado chileno del siglo XX. Las ciudades, sin embargo, no los esperaban y no se prepararon para recibirlos, por lo que pronto comenzó la segregación. Se iba constituyendo una “ciudad para pobres” alrededor de la “ciudad de adinerados”, donde las condiciones de vida de la mayor parte de los inmigrantes fueron inhumanas, y así el problema de la “habitación obrera” tomó forma. Citamos al padre Alberto Hurtado, “no se puede hablar de casa obrera, sino de la pieza en la que vive toda la familia, y a veces, varias familias, con escasa luz, sin medios higiénicos, amontonados en una cama, en la cual duermen hasta siete personas”.

Las consecuencias de esta situación fueron analizadas por muchos, pero entre ellos se destaca Arturo Alessandri Palma, quien evalúa el problema profundamente, yendo más allá de los notorios problemas de infraestructura afirmando que “de diverso orden son los males acarreados a las sociedades cultas por la poca higiene de las habitaciones obreras y por sus malas condiciones y carestía”. Sin duda, aquí vemos expresados los primeros atisbos de los ideales del primer presidente chileno no procedente de la oligarquía tradicional, caracterizados por un populismo distinto al que conocemos en nuestros tiempos, planteando problemáticas sociales, innovando en lo que respecta a la política, hasta ese entonces lejana a tales. El autor clasifica estos “males” en tres categorías, comenzando por los higiénicos. Estos derivan de las pobres condiciones sanitarias en que se mantiene la habitación, en la cual problemas como la humedad, la mala ventilación, la escasez de agua potable, entre otros, favorecían la aparición de enfermedades provocadas por microbios en la población hacinada, principalmente las epidémicas. Esta directa relación entre mala higiene y enfermedades, que hoy nos parece una verdad irrefutable y obvia, en aquellos tiempos correspondía a una mera hipótesis científica, y la falta de medios para tratar médicamente las enfermedades traía consigo altísimos índices de mortalidad, sobre todo infantil, junto con una corta esperanza de vida al nacer entre la población obrera. Debido a las condiciones de hacinamiento y falta de un hogar bien consolidado que reúna a una familia cariñosa, acogedora, educadora en normas y valores, surgen los problemas morales: el alcoholismo, la falta de responsabilidad, el hurto, etc. Alessandri plantea que esto provoca de forma natural perturbaciones a la economía, por ser cada obrero una fuerza productiva.

El conocimiento de esta situación, muestra muchas inquietudes: ¿tenía el obrero conciencia de su situación y qué posibilidades tenía de salir de ella?, ¿conocía la clase dirigente la real dimensión de este problema?, ¿se proponía solucionarlo y de qué manera?, ¿ha mejorado la calidad de la vivienda de la población chilena?, ¿hemos superado la gran brecha entre ricos y pobres?. La responsabilidad del pobre de su propia situación es muy cuestionable, ¿por qué no decide salir de su miseria y surgir?, ¿cómo se va a culpar al desarrollo industrial y económico de los vicios que dominaban en esa época? Lo claro es que se puede llegar a un punto clave, y este es la educación. Más que la pobreza misma, es la ignorancia el mal social que la impulsa.

La ignorancia a la cual nuestra clase popular estuvo sujeta, condicionó una base muy sólida a la pobreza que la afectaba, la llevó a la enfermedad por falta de conocimientos básicos de higiene, a una mala convivencia familiar producto de los vicios (alcoholismo, delincuencia, entre otros), y por consiguiente social, por la mencionada falta de un hogar sólido “ejemplificador de la moral”, y (como un círculo vicioso) a la pobreza económica por falta de capacitación y especialización del obrero. Estos hechos repercuten en toda la sociedad, pues un pueblo cuya mayoría es carente de educación no puede aportar al desarrollo de una sociedad justa y desarrollada, en la que los hábitos de responsabilidad necesarios para realizar cualquier trabajo son prácticamente inexistentes ya que no ha tenido ejemplos similares de ellos. De esta forma, el pueblo se hunde en una actitud de resignación frente a su desgraciada vida y de consiguiente resentimiento contra el que tiene más posibilidades debido a sus ventajas económicas.

La clase obrera no está libre de culpa de su situación, pero sí le traspasa responsabilidades a la clase dirigente, pues en esa época era la única capacitada y con los recursos necesarios para poner énfasis en la solución habitacional y social de la clase baja. Esto encuentra una sencilla justificación: si la falta de educación es el mayor problema social (pues es ella la que entrega las normas de convivencia social y civil, fortaleciendo la dignidad humana, permitiéndole a las personas hacerse responsable y consciente de sus actos y posibilidades), los únicos capaces de entregarla y transmitirla son los educados, es muy simple, pero parece no haber existido conciencia de esto a principios del siglo XX. Alberto Hurtado escribió “los patrones deben animarse a emprender esta labor educacional, pero en general, se resisten a iniciarla, pues repiten con frecuencia, para excusar su indolencia, que no hay nada que hacer con los pobres”. Para aumentar la gravedad de la situación, los ejemplos de casos de abusos laborales son muchos y la inmoral manera en que el “patrón” se beneficiaba del trabajador sin darle parte de las ganancias, bien le hicieron merecer a muchos la fama de explotadores.

Es francamente increíble que esta situación de desigualdad educacional siga cobrando vigencia hasta nuestros días, lo que de modo personal me afecta directamente: provengo de un colegio municipal, el Instituto Nacional, si bien de reconocida excelencia académica, se destaca principalmente por eso: ser un colegio municipal de excelencia, ser un “bicho raro”. Me tocó participar de la llamada “revolución pingüina”, la que puso en el tapete de la opinión pública la temática de la educación, sobre todo la pública, la cual en términos generales es precaria y no entrega de buena forma los conocimientos mínimos para el acceso a mayores oportunidades, mientras la palabra resignación se respira en el ambiente. Se sabe que quien accede a una buena educación en el Chile de hoy, es quien tiene los recursos económicos necesarios para acceder a ella, y en contadas excepciones se encuentran colegios municipales que obtienen buenos resultados académicos. De esta forma, llegar a la universidad no es tan común entre jóvenes chilenos provenientes de estratos bajos de la sociedad recién egresados de la educación media, y aunque estos últimos años se ha avanzado mucho en disminuir esta brecha, la mayor parte de ellos ingresa al área laboral inmediatamente. Como quienes llegan a estos buenos colegios (en su inmensa mayoría, particulares), en general han sido educados en una familia donde los padres tienen un nivel cultural mayor al promedio o incluso son profesionales, al entrar a la universidad lo asumen simplemente como un paso más en la vida sin darse cuenta que en realidad, están siendo favorecidos en una sociedad injusta y discriminadora, y olvidan (si es que alguna vez se dieron cuenta) de que para lograr un desarrollo igualitario en el país tienen la misión de poner sus conocimientos al servicio de los desfavorecidos. Con esto, me refiero que al ser los dueños del conocimiento en un país somos responsables de transmitirlo, cada uno en su área, y trabajar con él para crecer individualmente pero conciliándolo con un justo crecimiento social.

Si bien el tema de la vivienda social ha mejorado mucho en la actualidad (claramente debemos reconocer que los avances son enormes comparando con la situación del siglo pasado), la modernidad trae consigo nuevos estándares de exigencia, así el tema de la vivienda social aún esta latente en nuestro país y los últimos diez años tienen muchos hitos en cuanto a este tema. Recordemos a las “casas Copeva”, un barrio de viviendas sociales en Puente Alto que quedó en la memoria colectiva por su indigna construcción, a las “casas Chubi”, un conjunto de viviendas entregadas como solución habitacional para los pobladores de la toma de Peñalolén, en el cual, a días de su entrega con “bombos y platillos” por parte del entonces ministro de obras públicas, fueron víctima de inundaciones provocadas por las intensas lluvias en la capital, y también podemos mencionar un caso que saltó a la opinión pública en los primeros días del gobierno de la presidenta Bachelet, en el cual las casas entregadas por el gobierno, si mal no recuerdo en la VI región, no superaban los doce metros cuadrados para una familia, con un sólo ambiente más un baño, desde luego también pequeño. Su descripción es tan similar a una habitación obrera de comienzos del siglo XX que impacta y preocupa. Los problemas de estas situaciones radican, no en la “flojera” social como en los inicios del siglo XX, sino que en nuestros tiempos pasan a ser, responsabilidad de las deficientes leyes que regulen las concesiones a empresas constructoras que, como menciona Alessandri, “con el fin de abaratar costo se descuidan de la salubrificación de la vivienda”, y del casi nulo cumplimiento del rol fiscalizador del Estado, generando problemas que inmediatamente llaman la atención nacional en busca de su solución. Por otro lado, la campaña “un techo para Chile” es un gran ejemplo de iniciativa para solucionar el problema habitacional de los campamentos de nuestro país. En último lugar, el caso del organizado movimiento de los deudores habitacionales. Luego de muchos años consiguieron que en el Parlamento se estudien sus casos. Este ejemplo cobra especial interés, pues el problema ya no se traduce sólo en la calidad del hogar como los casos anteriores, sino de los problemas surgidos con el fin del pago de sus viviendas. Aquí se amplía el espectro de la gente afectada al concepto fundamentalmente surgido en el siglo XX, la clase media. Para adquirir la casa propia, deben endeudarse a quince años plazo (si mi memoria no falla, existen créditos incluso hasta cuarenta años plazo), lo que genera una sensación de incertidumbre e inseguridad en este sector de la sociedad, generando problemas, si bien no tan extremos como los de comienzos del siglo XX, permiten hacer un paralelo con una especie de cuestión social de nuestros días.

Concluyo que, a pesar de ocurrir continuas evoluciones con respecto a los problemas habitacionales, cada vez la modernidad nos lleva a tener nuevas necesidades, generando nuevas problemáticas, de carácter social en su base. Sin perjuicio de ello, nuestro deber como la “oligarquía ilustrada” que somos, es trabajar con el objetivo de provocar un bienestar social, por medio de la identificación de los problemas que aquejan a nuestra sociedad en su conjunto, e identificar las mejores vías para solucionar las dificultades que se van presentando. Según mi opinión, la base para esta solución es el mejoramiento de la educación, refiriéndome principalmente a la pública (no es secreto que la educación privada no tiene mayores problemas de calidad, con contadas excepciones en la educación superior), pues aquí se entregan las herramientas de primer orden social a los estratos bajos de la población, contribuyendo con esto a la desestabilización del modelo de resignación social (el mismo que Escrivá de Balaguer avalaba por medio de su conocida y pavorosa doctrina) y a una igualdad de oportunidades para el progreso. Esto debe ir acompañado de las facilidades que debe entregar el hogar que habita el estudiante (u obrero, volviendo a la problemática habitacional que inspira el texto), para que este ambiente cumpla el rol que le corresponde de ser la morada de sano descanso y de “ejemplificadora moral”.


ensayo sobre la memoria de grado de Arturo Alessandri Palma, "Habitaciones para obreros", 1893

si alguien quiere leer esta memoria sobre la que hice este ensayo, expréselo y será la siguiente entrada de esta página

éxito en la vida de los lectores de esto.. y en las de los que no lo son

1 commentaires:

Anonymous Anonyme a dit...

Hola si puedes pon la entrada lo más pronto posible porfa q estoy haciendo mi tesis y necesito acceder a la memoria de alessandri.

1:15 AM  

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